Aguas de esperanza en El Alto

En la urbe alteña se brinda la fisioterapia acuática, técnica que ayuda a mejorar la movilidad articular, en especial en niños que tienen problemas neurológicos como parálisis cerebral, síndrome de Down o espasticidad

Torre de Agua El Alto
Torre de Agua El Alto

A sus cinco años, Rafael vive con hemiparesia, una condición neurológica que le dificulta el movimiento de una mitad de su cuerpo, aunque sin llegar a la parálisis.

Con un brazo contraído y con problemas para mover una pierna, sus padres lo llevaron en enero a Torre de Agua, un centro que emplea la fisioterapia acuática o acuaterapia, un conjunto de técnicas de rehabilitación física relativamente nuevo en Bolivia.

El agua ha sido apreciada como método de sanación desde el inicio mismo de la humanidad. Prueba de ello son pinturas rupestres que muestran que la empleaban para tratar dolores y heridas. Los sacerdotes egipcios utilizaban el líquido con fines terapéuticos.

El filósofo y matemático griego Pitágoras recomendaba a sus discípulos que se sometieran a baños fríos, ejercicios y una dieta vegetariana para fortalecer el cuerpo y el espíritu, recuerda Carlos Godoy, especialista en actividades acuáticas para la salud, en una nota del periódico Página/12, de Argentina.

Con el tiempo, las técnicas fueron evolucionando para hallar más soluciones a las enfermedades a través del agua. De esa manera surgió la rehabilitación acuática (también llamada fisioterapia acuática o acuaterapia), que —según la Sección de la Terapia Física Acuática de la Asociación Estadounidense de Terapia Física— es la “práctica basada en la terapia física en un medio acuático (…) e incluye el tratamiento, la rehabilitación, la prevención, salud, bienestar y aptitud física del paciente en un ambiente acuático”.

La fisioterapia acuática llegó a la vida de Luis Fernando Pérez —propietario de Torre de Agua— casi por coincidencia y, también, por necesidad.

Amante desde muy joven de la natación, rápidamente se hizo instructor. En ese tiempo conoció a padres que querían llevar a la piscina a sus hijos con problemas neuronales, con la esperanza de ayudarlos.

“Si el niño tiene problemas de locomoción, ¿cómo va a nadar? Esto es piscina para sanos”, cuenta Fernando sobre la respuesta que recibían los progenitores por parte de algunos dueños de piscina. En aquel tiempo no se le pasaba por la mente dedicarse a esta especialidad, hasta que la desgracia le tocó de cerca.

Los presentimientos hacen que los días sean extraños. Fernando tal vez sospechaba que algo iba a pasar, y lo comprobó cuando recibió una llamada en la que le informaban que uno de sus mejores amigos había sufrido un accidente automovilístico.

Después de las intervenciones quirúrgicas y los análisis médicos, los galenos lograron salvarle la vida, pero le dijeron que, muy probablemente, no iba a volver a caminar.

Entonces, Fernando recordó aquellas sesiones de padres junto a sus hijos con problemas neuronales, por lo que consiguió una piscina para que su amigo hiciera ejercicios dentro del agua, con tan buenos resultados, que ahora tiene una vida normal y puede caminar. Esa ayuda fue la semilla de Torre de Agua.

“Cuando uno quiere y sobra pasión, se mueven montañas”, dice Fernando. Dejó de lado los oficios que, tal vez, le iban a dar una vida cómoda, así es que viajó a Colombia y Argentina para especializarse y hacer voluntariado en la fisioterapia acuática.

Ese entusiasmo por esta nueva técnica lo llevó a doblar su apuesta el año 2018, cuando decidió construir un centro de rehabilitación con piscina y todas las condiciones para llevar a cabo la acuaterapia, en la calle Nisthaus Nº 55, esquina José Chacón, a tres cuadras de la plaza Ballivián, en El Alto.

Al pasar la puerta de vidrio —después de hacerse tomar la temperatura y frotarse alcohol en gel en las manos, como prevención para el coronavirus—, la recepcionista pide los datos personales del paciente, para después pasar al fondo, donde se encuentra el consultorio, donde la fisioterapeuta y kinesióloga Mariela Pabón hace la valoración médica.

“Comúnmente nos llegan niños con casos neurológicos, como PCI (parálisis cerebral infantil), síndrome de Down, pacientes con espasticidad (trastorno motor asociado a múltiples afecciones, en especial con músculos tensos y rígidos) y flacidez. También llegan pacientes adultos con diferentes tipos de traumatología, pueden ser por postoperación o simplemente con alguna molestia o dolor”, explica.

El chequeo es profundo, pues se tiene que elaborar un protocolo de tratamiento para que los fisioterapeutas lleven a cabo el trabajo indicado.

A través de la ventana del consultorio se ve la piscina de 25 metros de largo y 35.000 litros de agua, donde parte de los deseos de Fernando y padres con hijos que tienen algún problema neuronal se hacen realidad.

En esta clase de tratamientos se aplica la termorregulación del cuerpo, por lo que la temperatura del agua fluctúa entre 35 y 39 grados Celcius, que posibilita que haya vasodilatación y funcione como analgésico, por lo que alivia el dolor, explica Fernando.

“Los padres, al enterarse que su hijo tiene PCI, que no puede controlar su cabecita o que no puede mantenerse sentado mucho tiempo, lo lleva a uno y a otro gabinete médico, van a salas de fisioterapia para hallar el mejor. Cuando los chicos cumplen tres o cuatro años, sus progenitores se dan por vencidos. Al final, el niño está supeditado a un carrito, el aguayo o a un lugar específico de la casa, sin caminar, sin moverse. Es una tristeza”, explica el iniciador de Torre de Agua.

En enero, los padres de Rafael intentaron con la fisioterapia acuática. A través de ésta, el menor primero recuperó el movimiento del brazo contraído, luego empezó a coger los objetos y ahora puede trotar.

Es tal la mejora de sus capacidades, que este año lo cambiaron de un centro especial a un colegio regular.

Los resultados no se presentan en un par de sesiones, sino que se lleva a cabo un programa personalizado, que inicia con una terapia individual, en la que se establece una relación entre el paciente y el fisioterapeuta, para introducirse en el reto deportivo.

Después viene la terapia grupal de psicomotricidad, en la que se incentiva la competencia.

Después, si todo va de acuerdo con lo planificado, se imparte la natación terapéutica, etapa en la que pueden empezar a nadar.

La fisioterapeuta Jessica Mancilla atiende a una persona mayor, a quien somete a una terapia cráneo sacral, que consiste en el movimiento de toda la columna vertebral, desde el cráneo hasta el sacro, con el fin de que el paciente tenga más riego sanguíneo.

Al otro lado está su colega Ana Gonzales, quien atiende a Yessid, un niño de cuatro años que padece parálisis cerebral infantil espásmica.

“Es la primera vez que vino al centro, pero poco a poco se soltó y empezó a nadar. Cuando le dije: ‘Ven, camina’, él me miró extrañado. Lo estimulé un poco y comenzó a caminar. En eso se sorprende y me dice: ‘¡Ah, estoy caminando!’” cuenta.

Alejandro (nueve años) tiene una dolencia que le impide aprender de manera rápida y no puede caminar. Jimena, su madre, confiesa que es cansador atenderlo, porque necesita la ayuda constante de sus padres para movilizarse.

“Quisiera que se ponga de pie, no importa con ayuda, pero que se ponga de pie y dé algunos pasitos”. Después de un mes y tres semanas, Alejandro ha aprendido a mover las piernas, por lo que se espera que entre seis a nueve meses evolucione mucho más.

“Estoy sembrando amor, y cuando hay amor, hay construcción de cosas. Sé que los niños no van a ser normales, pero quiero darles calidad de vida”.

Con la misma energía del primer día, Fernando está dentro de la piscina con los fisioterapeutas. Con juegos y mucho ánimo enseña a una pequeña paciente a mover las piernas y luego a sentarse.

Lo hace con el cariño que le brindó a aquel amigo a quien le dijeron que no iba a caminar y, también, porque está seguro de que de esa manera ayudará a mucha gente que puede mejorar con el agua que recomendaban los egipcios y el mismísimo Pitágoras.

Una campaña para familias de escasos recursos económicos

La sesión de fisioterapia acuática cuesta Bs 80, pero el tratamiento suele ser largo.

Ante ello, para velar por la economía en estos tiempos complicados, Torre de Agua inició una campaña, que consiste en brindar dos meses de tratamiento con el 80% de descuento.

Para ser beneficiado se debe llenar un formulario con datos básicos, ingresos o si vive en alquiler, entre otros datos. Este apoyo terminará a finales de año.

Para más información comunicarse con el teléfono + 591 65580103, en el centro de rehabilitación, ubicado en la calle Nistahuz esquina José Chacón (a tres cuadras de la plaza Ballivián), en El Alto, en el muro @torredeagua.F.A en Facebook.

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