El filósofo Guillermo Francovich

Por Abdón Zárate Fabián (*)

Guillermo Francovich

La filosofía tiene muy pocos intelectuales dedicados a esta actividad académica, en especial en nuestro país. Es oportuno reconocer a uno de los pocos filósofos bolivianos que ha dejado un trabajo intelectual invaluable para la cultura boliviana. Buen pretexto para recordarlo en su natalicio. Nacido en Sucre el 25 de enero de 1901, estudio en la misma ciudad en el colegio Sagrado Corazón, posteriormente obtiene la profesión de abogado en la Universidad Mayor San Francisco Xavier, donde ejercerá la docencia en filosofía jurídica, institución del cual también fuera Rector.

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También fue Diplomático, Subsecretario de Relaciones Exteriores, además de Director Regional de la UNESCO para la América Latina. Finalmente, miembro Correspondiente de la Real Academia Española; también, realizó actividades académicas en Brasil, desde donde siempre aporto con su producción bibliográfica. Falleció el 24 de noviembre de 1990, en Rio de Janeiro, Brasil.

La filosofía según Guillermo Francovich se orienta hacia el conocimiento racional de los problemas referidos a las formas de ser y a la naturaleza de los valores que se encarnan en la actividad humana. Toda actividad humana se desenvuelve dentro del mundo constituido por las cuatro esferas distintas e irreductibles, especialmente relacionados entre sí: la materia, la vida, la conciencia y el espíritu. Ésta última esfera, es la que corresponde a la esencia de lo humano, la captación de las esencias y la intuición de los valores.

Francovich en El mundo, el hombre y los valores (1981) dirá: “Ese mundo que es el de los valores, es tan real para el hombre como el de la naturaleza. Actúa en la existencia humana a veces con más energía que los elementos del mundo natural. Y constituye la esencia de la interioridad humana”. Más allá de los fenómenos particulares y cambiantes, a los cuales se puede llegar por la ciencia; la filosofía permite llegar a estos objetos abstractos que son permanentes, universales, absolutos y autónomos; en cuanto tienen una existencia más allá de los fenómenos naturales.

Los valores tienen una manifestación práctica en las normas sociales, donde lo bueno, lo bello y lo santo se materializan en cada una de las acciones humanas. Siendo los momentos de manifestación de la libertad, la posibilidad de transgresión de estos valores. Un ejemplo específico, es el cinismo que “es una agresión al mundo del valor, ese mundo frágil, inseguro, que, sin embargo, es la garantía del acceso del hombre a las formas de vida superior” (El Cinismo, 1963).

La posibilidad de transgredir las normas básicas de convivencia humana son momentos de realización de la libertad. En filosofía, Diógenes fue un ejemplo de reversión de valores buscando la vida natural contra toda norma social. Son momentos de catarsis para la humanidad esta transgresión a los valores, momentos de intuición que sirven para reconocer que vivimos en una sociedad gobernado por valores.

Además de su filosofía de los valores, Francovich aportó con sus distintas investigaciones históricas sobre el pensamiento boliviano y latinoamericano. El pensamiento universitario de Charcas (1948), Filósofos brasileños (1939), La filosofía en Bolivia (1945), El pensamiento boliviano en el siglo XX (1956) y muchos otros. En estos documentos pudo identificar el desarrollo de un pensamiento original en nuestro país: La “mística de la tierra” como ideología originaria del país.

Es una ideología que se habría constituido con los aportes de intelectuales como Franz Tamayo, Jaime Mendoza, Fernando Diez de Medina, Humberto Palza, Roberto Prudencio, Federico Ávila y otros escritores nacionales, quienes proponían que Bolivia debía volverse hacia la tierra para alcanzar su verdadera cultura.

Este pensamiento fue asumido por Francovich como una etapa necesaria para pasar a la universalidad de la intuición de los valores. En Pachamama. Diálogo sobre el porvenir de la cultura en Bolivia (1942), que por cierto es un documento que desarrolla didácticamente el método filosófico clásico: el diálogo literario, donde “son las ideas que rivalizan en él”, siendo los argumentos quienes se imponen. Este documento presenta a tres jóvenes tertuliantes: Alberto, Carlos y Eduardo. Alberto defiende la “mística de la tierra”: “Yo creo que hay algo más decisivo que la sangre: lo telúrico. Las razas no son sino expresiones de la tierra.

Las culturas nacen de la tierra y mueren cuando se tornan infieles a ella, cuando pierdes su potencia savia. La tierra tiene un espíritu. Existe aquello que los latinos llamaban el genius loci, que moldea los seres vivientes de cada lugar”. Carlos, por su lado, considerará la postura de su interlocutor aceptable, pero superable: “La esencia de la cultura no pude reducirse a tales cosas secundarias. Tiene como sólidos y grandes cimientos la noción de la universalidad de lo humano; el concepto de la personalidad como expresión del espíritu y el otorgamiento a la razón del señorío sobre lo instintivo y lo irracional. Sólo la compresión de esos principios ha de hacernos verdaderamente libres”. Esta última intervención en el diálogo filosófico se presenta a modo de síntesis de su pensamiento.

La filosofía aplicada a la cultura popular tuvo su lugar en Supay (1939), un desarrollo didáctico. El pequeño Supay es presentado como una divinidad maligna de los pueblos indígenas, pero que, en su encuentro colonial con Satanás, viendo el sufrimiento de su pueblo, se transforma en una divinidad protectora de los indígenas que convive con las montañas, ríos, plantas, animales e indígenas.

Esta forma de revitalizar la cultura en las reflexiones filosóficas es parte del legado de nuestro pensador para la historia intelectual de nuestro país. Muchos de sus aportes tienen vigencia en la actualidad. Así, la “mística de la tierra” fácilmente puede constituirse en un fundamento del Estado Plurinacional. Por otro lado, los aportes de Francovich a la historia, ética, política, cultura y filosofía debieran ser bien aprovechados por la juventud boliviana. La didáctica filosófica con que presenta sus reflexiones deben constituirse en bibliografía imprescindible para la educación boliviana.

(*) Abdón Zárate Fabián es filósofo, docente en la Universidad Pública de El Alto (UPEA) e integrante de la Asociación Boliviana de Filosofía (ABOF).

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