Ciudad de El Alto ¿Hacia un federalismo?

Por Johnny Fernández Rojas (*)

Hace 63 años se constituyó el Consejo Central de Vecinos del Alto La Paz, y entre sus propósitos principales, al margen de la exigencia de servicios básicos, fue la de demandar al gobierno central, la creación de la Cuarta Sección de la provincia Murillo, con su capital El Alto.

Las primeras siete representaciones de las juntas vecinales, que crearon ese Consejo, probablemente estuvieron imbuidas de un ideal autonómico, meta que las trajinarían en los siguientes 30 años, y que concluyó el 6 de marzo de 1985, con la aprobación la Ley 728, que la creó como tal.

Tres años después, alcanzó otro título: “Ciudad” a través de la Ley 1014 de 26 de septiembre de 1988.

Desde esa ocasión, fue armando un andamiaje atípico, con relación a la ortodoxia que suele heredarse en referencia a la organización o reorganización de todas las instancias sociales. La nueva razón social hizo que tanto las instituciones, como las organizaciones sociales, a tiempo de estructurarse y fortalecerse a sí mismas, optaron por una conexión o dependencia de los entes nacionales, de manera directa, prescindiendo de las departamentales, incluida la Iglesia. Sumado a esa sui generis ligazón, muchas de ellas optaron inclusive por establecer sus epicentros nacionales en la urbe alteña.

Apresuradamente, también las tendencias autonomistas, aunque aún inorgánicas, discretas y sigilosas, eran azuzadas en las recurrentes manifestaciones públicas, aunque no explícitamente, pero que implícitamente insinuaban, la gestación de un sentimiento de autogobierno de la propia ciudad.

Este subrepticio proceso ronda cadenciosamente en el “ajayu” (alma) alteño porque el espíritu de un autogobierno se deja entrever en varias circunstancias, aunque no abierta, ni manifiestamente.

Con seguridad, en un futuro próximo, el tema de la metropolización hegemonizará la agenda alteña. Con la pretensión de que este municipio nuclee a sus similares circundantes, dada la identificación racial, social y económica, principalmente.

El slogan de identificación de la Ciudad de El Alto, y que se reproduce en varias protestas sociales del país, y de manera recurrente, “El Alto de pie, nunca de rodillas”, a tiempo de construirse en una especie de “Estatuto Oral Orgánico”, al parecer es la esencia que alimenta este germen, que podría desembocar en un futuro no predecible, en una propuesta de esta naturaleza.

Su rebeldía, y su cuestionamiento a lo establecido, dejó traslucir desde principios de este siglo, con muestras de contundencia, que desequilibraron en varios momentos, el ordenamiento del país.

En términos económicos, se advierte un intenso, amplio y agitado flujo económico, en todos los ámbitos y en diferentes volúmenes, condición que le permitiría en algún momento potenciarlo para constituirse en su sustento de su cotidiano vivir.

Lo económico es el aspecto medular de toda sociedad. La Ciudad de El Alto carece de la producción de materias primas, pero su especialidad es la trasformación y la aplicación del valor agregado a todo lo que caiga en sus manos, esta franquicia lo convierte en característica de la generación, reproducción y potenciamiento de su economía.

Este proceso es precisamente su incuestionable fortaleza, que la asume con orgullo.

La industria es el otro componente que contribuiría de manera significativa para esta potencial apetencia. La reactivación del Puerto Seco, la vía transoceánica, el Parque Industrial y, esencialmente, la formalización de las relaciones económicas con el sur peruano y el norte chileno, garantizarían una economía solvente, para un holgado desenvolvimiento de sus pretensiones.

Su estratégica y particular ubicación geográfica también la convierte en una privilegiada prerrogativa. Este asiento la utiliza de manera frecuente, a veces como una especie de trinchera, para consumar sus demandas particulares y hasta nacionales.

En materia de infraestructura cuenta con los servicios, aunque no eficientes, pero tolerables, terminal aérea y terrestre, sumadas a las estaciones de los teleféricos, campos deportivos competitivos, sistema vial aceptable, centros académicos que aceleradamente se posicionan, centros de recreación modernos, áreas para el turismo (montañas, lagunas, flora fauna, comercio) y otras formalidades, se constituirían en condiciones que facilitarían la potencial idea del federalismo alteño

Por estas citas, la idea de un Estado dentro de otro no sería atrevido ni aventurado.

Comportamientos con tintes federalistas se estarían germinando intuitivamente en las mentes de los alteños, a la fecha, son un pueblo que cada vez más revela muestras de querer vivir como lo haría un ciudadano del Siglo XXI, porqué además, y por el devenir de los tiempos, son modelos de las nuevas, actuales y modernas sociedades, que ven un futuro más humano.

¡El Alto de pie, nunca de rodillas!, podría ser un “caballo de Troya”, que estaría empezando a cabalgar.

(*) Johnny Fernández Rojas es periodista e historiador alteño [email protected]

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