El Alto: Tierra de valientes

Por Mónica Jiménez Mancilla (*)

Hace 38 años fue creada la Cuarta Sección de la Provincia Murillo con su capital El Alto, pero la tierra que hoy nos acoge guarda silenciosa una historia que empezó hace siglos.

Según descubrimientos arqueológicos la presencia de habitantes en territorio Alteño data de 1425 y se sabe qué las culturas Wankarani, Chiripa y Tiwanaku-Huari son las que ocuparon inicialmente este lugar.

Ya con la llegada de los españoles, durante la época de la Colonia y la República, el territorio Alteño se convirtió en un importante «paso de viajero», por lo que poco a poco sectores populares mestizos y de origen indígena se asentaron en los cruces de camino donde instalaban pequeños puestos de comida para el descanso del peregrino aún cuando los viajes interprovinciales se realizaban todavía a caballo.

Pero más allá de esta referencia como vía estratégica, debemos tomar en cuenta su importancia como territorio histórico. La actual ciudad de El Alto fue testigo de diferentes acciones subversivas y levantamientos indígenas, mestizos y criollos, como el cerco dirigido por Tupac Katari en 1781, o la gran marcha que salió desde el Khenko liderada por el Temible Zárate Willka durante la Revolución Federal; así mismo fue de vital importancia para la comunicación con otros departamentos como Chuquisaca en la organización de la Gesta Libertaria.

Los libros también nos narran otros hechos ligados a la historia de esta ciudad, como cuando las cabezas de los protomartires de la Revolución del 16 de Julio fueron colocadas en picas y expuestas en las orillas de El Alto de manera que todos en la hoyada pudieran verlas, o el recibimiento a Simón Bolvar con danzas indígenas y una gran comitiva que aconteció en estas tierras antes de su entrada a La Paz…

Para el lector Alteño, seguro es motivo de orgullo que nuestro terruño haya sido testigo de tanta historia, historia en la que adquiere un papel protagónico durante los siglos XX y XXI sin perder su carácter de lucha y valor.

En el siglo XX, la revolución del ’52, la relocalización minera, la reubicación de los afectados de la autopista y las dictaduras son la causa para que cientos de familias, sobre todo de la zona altiplánica de La Paz, migren hacia El Alto y conformen asentamientos humanos organizados principalmente en lo que hoy es la Ceja, qué lleva ese nombre por tener la forma de una ceja.

Fue tal este fenómeno que el 12 de octubre de 1940 varios terratenientes fraccionaron sus terrenos y los donaron o los vendieron a bajo costo a los nuevos habitantes, y en 1942 se fijó el nuevo radio urbano de la ciudad de La Paz que incorporaba las zonas de Alto Lima y Alto Potosí.

Ese mismo año Julio Téllez tramitó la aprobación de la primera urbanización alteña que en homenaje a su esposa se bautizó con el nombre de «Villa Dolores».

Se debe aclarar que a través de los años comunarios de los antiguos Ayllus aymaras protestaron por la propiedad de estas extensiones de tierra y las reclamaron como sus verdaderos dueños.

Así comienza una nueva etapa en la historia de El Alto. Su conformación como ciudad se dio por diferentes razones que son parte de su esencia, una de ellas fue la naturaleza combatiente del migrante, y otra fue el olvido del sistema centralista que tenía como idea principal satisfacer primero las necesidades de la hoyada y luego las de El Alto lo que sumió a la población en una suerte de abandono por muchos años.

Durante décadas en El Alto no existieron servicios básicos ni médicos y ante este panorama es que se conformaron los movimientos vecinales y fue gracias al esfuerzo, la unidad y la organización que El Alto obtuvo el rango de ciudad en 1988.

Hoy, El Alto, la ciudad más joven de Bolivia, todavía es bastión de lucha y guardián aguerrido de la democracia. Su gente es solidaria y trabajadora, por lo que ésta, es una urbe que no duerme jamás y que aporta a la economía del país con esfuerzo.

Pero también El Alto es cuna de grandes hombres y mujeres, jóvenes sobre todo, que representan y llevan en alto el nombre de Bolivia en diferentes áreas, en el arte, la ciencia y la tecnología, la literatura, los deportes y mucho más.

Por ello rindo mi homenaje y mi agradecimiento a esta ciudad, El Alto mi hogar.

(*) Mónica Jiménez Mancilla es comunicadora social, periodista y escritora alteña.

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