La otra noche, después de dar mis clases en mi Academia de Tango que funciona en El Alto en el naiclú «Malena», mis discípulas (señoras y señoritas de la alta sociedad alteña) se marcharon rápidamente a sus hogares y una de ellas me dijo nerviosamente: «Cuídese mucho, profe, porque hay rumores de golpe municipal y sería mejor que retorne a ‘la hoyada’ donde le espera su noble esposa».
Hacía tantos años que no veía un golpe municipal ni estatal que no pude resistir la tentación, permaneciendo en el «Malena» a la espera de los acontecimientos aún a riesgo de perder mi vida, como lo haría cualquier periodista de verdad. Me senté a una mesa situada contra una de las paredes para no ser sorprendido por algún ataque por la retaguardia, mientras apreciaba un acelerado pasar de personas extrañas que iban y venían en distintas direcciones mientras otras cuchicheaban sus secretos conspiratorios. Algunas chicas del elenco estable del «Malena» se sentaron a mi mesa y la más agorera de todas pidió al mozo que le sirvieran «la última copa», presintiendo su muerte por haber sido muy amiga del alcalde Fanor Nava.
Unos ciudadanos que yo no conocía le dijeron al dueño del local que estuviera listo para cualquier evento y que, por si acaso, preparase su local para la atención de 200 ó 500 clientes para celebrar el triunfo de la conspiración en contra del Alcalde a quien le faltaban algunos largos meses para concluir con su gobierno municipal. Los conjurados echaron miradas de fuego a las señoritas que ocupaban mi mesa y felizmente no me echaron ni una miradita porque me tapé el rostro con una servilleta.
De pronto, aparecieron los yatiris Titirico y Calimán y preguntaron si no habíamos visto por ahí a Pedro Huanaco, un ciudadano que ninguno de nosotros conocía y yo inocentemente les respondí que no había visto a ningún Pedro Huanaco, ni a un Pedro Alpaca, ni a un Pedro Vicuña, respuesta que fastidió al brujo Calimán quien me aseguró amenazante que Huanaco sería el nuevo Alcalde de la ciudad de El Alto, quien podría clausurar mi Academia de Tangos y también proceder a la clausura de una casita que le compré a una de mis tías.
Los conciliábulos duraron toda la noche, las idas y venidas de los conspiradores también pero todos cuchicheaban sus noticias y comentarios de oreja a oreja, hasta que me aburrí y abandoné el local cuyo ambiente era muy tenso, mientras algunos personajes hacían listas para ocupar los cargos que quedarían vacantes al ser cambiada la autoridad municipal.
Cuando llegué a mi casa, mi esposa me echó una bronca por llegar tan tarde y para desenfadarla le dije que estuve participando de una conspiración contra el alcalde Fanor Nava de la ciudad de El Alto y que el nuevo burgomaestre sería el señor Huanaco, gran amigo mío, hombre del MAS, partido que goza de mis simpatías.