Por Quya Reyna Suñagua (*)
Varios saben que soy alteña. Es la ciudad que vi crecer junto conmigo, mientras se adoquinaba mi calle, yo me veía yendo al colegio. Mientras se aumentaban las casas por mi zona, notaba que mi rostro ya no era el de una niña. Mientras más grande se hacía, más grande se hacía mi mirada sobre esta ciudad. Amo a esta ciudad más que a mi vida incluso. No pensaría ni un segundo en enfrentarme a quien sea para defenderla, porque ya bastante la han dado la espalda.
Lo siento, ser de El Alto es otra cosa. Porque nosotros no somos «el pan de batalla», no somos «los chukutas», no somos «el chuño», no somos los «yiiiiaaaaaaa!», aunque mucho de eso sea parte de nuestra identidad, no somos eso, eso es para los «civilizados» (al año pasado leía en redes sociales que varios paceños manifestaban que los de El Alto no deberíamos bajar a la verbena, porque no somos paceños y nos atribuían adjetivos muy fuertes). Somos una identidad que se nos ha impuesto a la comodidad de los demás: somos los «trabajadores», porque no quieren que seamos los que incomodan la supuesta «superioridad» y los provilegios de los demás. «El Alto es trabajador y sumiso», así debería ser, piensan. Tenemos que ser los indios con sus rituales, los exóticos. O tenemos que ser las cholitas luchadoras, tenemos que ser su entretenimiento, porque de ese entretenimiento que se expone, la gente se regocija de que ya nos conoce.
No quieren que seamos los indignados, porque eso no sería ser «alteño». El alteño deber dedicarse a trabajar, no a rebelarse. ¿Quién le ha dado permiso a los demás de decir quién es el verdadero alteño o quién no lo es? ¿Ustedes nos conocen? No han ido nunca a nuestras casas, nosotros tenemos que bajar a las suyas en La Paz: a las casas de nuestros amigos universitarios, a las casas de los colegas, a las casas de los miembros de algún colectivo…, porque ustedes no subirían ni de locos, pero no pasan de la feria 16 de Julio o de Satélite y ya piensan conocernos. ¿Quién les ha hecho creer que por ser de La Paz o de otros lugares y sentirse superiores tienen derecho a decir quiénes somos y quiénes no somos?
Ser alteña es jodido, porque parece un pecado. Hasta la higiene tiene color de piel, como decía un amigo, porque si eres de El Alto, ¡wákala! o ¡pobre ignorante! Pues, así nos ven y con todo esto, seguro nos verán así por mucho más tiempo. Miren, sobre los y las periodistas, hoy esuchaba su «homenaje», no saben nadaaaaaaaa de esta ciudad. Sólo repiten como loros que es una ciudad mítica, que la 16, que sus cholets, que su gente… ¡MIÉRCOLES! ¡Esas personas jamás irían a conocer de cerca a nuestra gente! Les gusta tenerlos alejados, pero les gusta hablar de esos otros, aunque varios alteños y alteñas seguro trabajan con ellos y ni les preguntan cómo es vivir en esta ciudad.
¡Porque es jodido ser mujer, es jodido ser morena y peor, es jodido ser de El Allto! Porque ustedes no tienen que leer cada maldita vez que «somos cochinos», que «somos delincuentes», que «somos ignorantes», que «somos manipulados» o que como mujeres «somos feas o abortos de llamas». Tener que leer eso cada vez es querer sacarse los ojos y agradecer que varios tíos y tías no tienen que leer esto en internet, porque poco o nada les importa, pero que de seguro lo tienen que oír de su misma gente y de otras personas y deben quedarse calladas y callados a veces, porque es obvio que más de una vez nos han hecho sentir tan inferiores como para cuestionarlo, yo me he sentido así varias veces.
Ahora nos han aumentado más prejuicios, porque no aguantan tener que vivir con ellos, y tienen que depositarlos en nosotros, porque ¡gracias a Dios que existen los alteños, porque si no ¿a quién tendríamos que atribuirle estos estigmas sociales? Ahora nos felicitan los hipócritas, los medios ahora nos ven y dicen ¡FELICIDADES, CIUDAD VALEROSA! ¡Vayan a mamar a otros! ¡Dejen de usar nuestro aniversario para limpiarse las manos!
Algunas personas que ahora nos felicitan, se burlaban y se burlan de cómo hablamos, se burlan de cómo hablan nuestros abuelos y padres. A ver si pueden burlarse también de Chi o de Goni por su español tan malo, pero sé que no lo van a hacer, porque para ustedes, nosotros somos «sujetos burlables», sujetos «inferiores» de quienes pueden burlarse porque es válido socialmente. Pero no me avergüenzo, el aymara es el idioma de mi ciudad y más bien aplaudo que ellos sean tan capos de hablar más de un idioma y hacerlo sin miedo, cosa que varios «civilizados» no pueden. No es motivo de burla para mí. es motivo de orgullo.
Me molesta que El Alto sea sólo un espacio de entretenimiento para los jailoncitos que quieren «conocer» de nuestra cultura, encerrándose en un cholet para beber entre otros jailoncitos, pensando que son inclusivos, pero que nunca le darían la manos a una tía del mercado o beberían del mismo vaso de un tío y que se ponen un awayo en su chamarra carísima, para verse fashion, pero que nunca cargarían un bulto con un awayo en la espalda, porque eso es de las «indias» e «indios».
Soy alteña y tengo que trabajar y lidiar cada vez con gente que me ve de pies a cabeza, por ser como soy. ¿Les molesta? ¡Ay!, perdón por oler a mercado, mi mamá trabaja en uno y tengo que cargar bultos. ¡Ay, perdón por vestir ropa usada, al menos yo sí lo acepto! O gente que piensa que ser alteña es sinónimo de «¡Tan lejos vives!» Che, «amigue», El Alto está a unos minutos de tu pinche casa. No te hace daño ir un rato.
Soy alteña, sé que hay muchas cosas que mejorar, sé que es difícil muchas veces, sé que a veces queremos renunciar y callarnos. Sé que es imposible no querer llorar con lo reciente, sé que duele, y en verdad quisiera hacer algo para remediar el dolor o retroceder el tiempo y que no pase nada. Sé que nos duele bastante. No hubiera querido que nuestro aniversario lo viviéramos así, recordando nuevamente el conflicto, viendo a milicos y pacos en las calles, hoy, que tanto nos hacía falta vernos nosotros y no nuestro miedo y nuestra ira, pero ni eso respetan. Ahora tenemos que cargar con más prejuicios sobre nosotros y tenemos que cargar con más racismo. Me preocupa que nuestros niños y niñas tengan que crecer de la misma forma en que hemos crecido nosotros: tener que ver cómo gasifican y asesinan a una ciudad, porque uno no crece bien, yo crecí odiando mucho y ahora odio más, no quiero eso para ellos, no merecen tener que ver toda esta injusticia, no merecen ver a su ciudad así.
Soy alteña, puedo avergonzarme de muchas cosas, como de mi personalidad a veces, pero jamás me avergonzaré de una ciudad que me ha llenado de tanto conocimiento, porque de ella he aprendido mucho.. Soy alteña, y le agradezco a la vida haber nacido en esta ciudad. Soy alteña antes que nada y voy a morir siendo alteña. Soy alteña más que nunca, no me importa tener que perder amigos y amigas por decir todo esto. Soy alteña, no soy terrorista, no somos terroristas, soy una y mil veces alteña.
¡JALLALLA EL ALTO!
(*) Quya Reyna Maribel Suñagua Copa es alteña, veinteañera hasta el 2024. No es escritora aún; cuentacuentos.