Elecciones 2025, Problema 1: El pobre de García Linera en verdad está tramando algo

Por Joaquín Tapia Guerra (*)

Al describir la Europa de posguerra a principios del siglo 20, el economista canadiense, John K. Galbraith, decía que “los más maduros e ilustrados políticamente” en aquel momento “eran de lejos los socialistas”, y que “tuvieron éxitos temporales en Alemania, Austria y especialmente en Rusia”. Hoy en día, mirando hacia el nuevo mundo, uno podría pensar que lo mismo aplica a la escena actual en América Latina. Después de un período de aproximadamente tres décadas que terminó en los años 90 — ampliamente despreciado como la era neoliberal — ha habido un retorno de partidos de izquierda en varios países: Chile, Venezuela, Bolivia, México o Colombia, por ejemplo. Y donde esto ha dejado de ser el caso recientemente o por un corto tiempo, como con Milei en Argentina o Bolsonaro en Brasil, gran parte de la retórica sigue aludiendo a la izquierda como punto de anclaje, cosa que más parece un efecto en cadena que un nuevo capítulo.

En el caso de Bolivia, después de verse obligados a abandonar el país en 2019, los exjefes de estado Evo Morales y Álvaro García Linera ilustran claramente esta situación. Según sus críticos, Morales y García Linera fueron incapaces, si no abiertamente corruptos, y esto aunque ellos juren lo contrario es demasiado evidente en temas económicos. Según ellos mismos, sin embargo, el hecho de que fueran expulsados en realidad ha abierto la puerta al único enemigo que siempre estuvo allí: la neoliberal y racista derecha. ¿Cuál de estas versiones es correcta? La situación descrita en el último informe anual de la Fundación Milenio por supuesto no es toda la historia, pero sí ofrece algunas pistas.

El informe señala, por ejemplo, que la deuda pública ha aumentado desde 2023, situándose en más de $36 billones a junio de 2024, lo que representa el 81% del PIB de Bolivia. De esta cantidad, casi todo (73%) es deuda fiscal, cosa que el informe atribuye a una política cambiaria que depende cada vez más de préstamos del banco central únicamente. Esto es preocupante en especial porque, desde 2011, el Banco Central de Bolivia ha tenido solo designados temporales al cargo de presidente, presumiblemente para asegurar que seguir endeudándose sea una opción dócil. El efecto negativo que esto tiene en las reservas de moneda extranjera no se sintió realmente hasta 2014, cuando el auge de los combustibles fósiles que había impulsado la economía boliviana a inicios de los años 2000 finalmente llegó a su fin. “Pero las condiciones actuales son diferentes”, dice el informe. “De continuar esta tendencia se generarán presiones para depreciar el tipo de cambio”. Y es eso lo que ha estado ocurriendo.

Este mensaje ha sido insistentemente dicho, voceado y difundido por economistas bolivianos al público en general durante una década, sin mucho éxito. La desatención de la gente puede deberse al hecho de que, desde 1985 — cuando una serie de reformas llamadas neoliberales comenzaron a usarse para frenar una hiperinflación de más del 10,000% — los bolivianos y las bolivianas realmente no han experimentado de primera mano lo que es un tipo de cambio variable, lo que hay detrás de un aumento repentino en los precios, o qué apariencia solía tener una dictadura militar. Es una conversación que había que tener hace mucho; y la población boliviana es mayormente joven. Según el censo de 2012, el 42% de la población tenía hasta hace una década entre 15 y 39 años de edad, así que en verdad la única experiencia de gobierno para la mayoría de bolivianos y bolivianas ha sido el MAS, encabezado por Morales y García Linera, sin nada con qué comparar.

Luego vino la expulsión de estos dos hombres en 2019, un gobierno más corto y accidentado durante la pandemia bajo Jeanine Áñez (posicionada por sucesión y ahora presa), y finalmente otra gestión con una otra cara en el MAS: el exministro de economía Luis Arce. En ausencia de otra alternativa sólida (al menos hasta antes que él mismo se volviera contra los suyos), elegir a Arce como candidato fue ingenioso. Es muestra de que el MAS, o alguien dentro del partido, supo reconocer que el dinero era el problema nacional más apremiante y que las elecciones generales iban a definirse sobre esa base. Efectivamente, el más “maduro” e “ilustrado” políticamente en ese momento fue quienquiera que haya manejado la campaña electoral del MAS en 2020. ¿Pero será que puede repetir la hazaña en agosto de 2025?

Un reciente artículo de lingüística de la Louisiana State University se centra en algo que quizá sea útil para hacer un pronóstico: examinar la retórica del exvicepresidente Álvaro García Linera, tal cómo esta se muestra en una charla que dio el pasado marzo en Buenos Aires, Argentina. La prensa local también mencionó esta charla, señalando un claro error por parte de García Linera, cuando dijo: “¿Quiénes tienen los dólares? El privado. Entonces agarro del cuello a los privados, y digo: dame tus dólares.”

Al principio, la reacción a este comentario fue tal que poco después incluso un periódico argentino de izquierda, La Izquierda Diario, tuvo que tildarlo de “charlatanería”. Probablemente los periódicos bolivianos tuvieron razón por tanto en citar esta torpeza de García Linera, aunque no lograron anclar el debate público en torno a ello por mucho tiempo. El asunto es que nunca nadie está demasiado inclinado a empatizar con el sector privado; no importa cuán violenta haya sido la frase del cuello de García Linera. Esto es así incluso si el término “sector privado” se refiere también al 70% de hogares bolivianos que recurre al cuentapropismo para subsistir, tal como dice varias veces el informe Milenio. Pero los periódicos bolivianos no resaltaron este importante detalle, y la gente en general no va a leer un informe que tiene más de cien páginas de largo. Mientras tanto, la charla de García Linera ha sido enterrada ya bajo titulares sobre la crisis que empeora y las elecciones que se acercan.

Importantemente, el artículo de lingüística sugiere que García Linera podría de hecho tener una estrategia discursiva, que esta estrategia probablemente no es nada nuevo, y sin embargo que aun así esta podría resultar efectiva en los próximos meses. La razón de esto es en gran medida un efecto de inercia. El artículo hace notar: dado que García Linera es un intelectual además de un exvicepresidente, a menudo se le compara con otros escritores-activistas en la tradición izquierdista boliviana. Él por supuesto no rehúye este tipo de comparación; de hecho le da bienvenida. Por tanto su invitación a dar una charla sobre “¿qué es el estado?” en la Universidad San Martín, en Buenos Aires, no debería sorprender. Si se hace el trabajo de escuchar la grabación completa, como se describe en el artículo, se verá que la frase del cuello en realidad apareció varias veces. Después de cada una, resulta que el público de universitarios argentinos no reaccionó con shock, sino que aplaudía en un estado casi de nirvana.

Fue solo en Bolivia donde la frase del cuello de García Linera causó indignación, e incluso aquí, probablemente no afectó a su base electoral dura, a saber otro grupo de jóvenes y universitarios en cuya angustia el exvicepresidente parece encontrar potencial. De hecho, la palabra “angustia” apareció un total de 20 veces durante su charla, siempre usada en algún comentario pirómano que parecía salido directamente del manual Breitbart de Steven Bannon: “Las voces enojadas, adecuadamente dirigidas, tienen poder político latente.”

Como García Linera bien sabe, esta angustia convertida en enojo se alimenta de crisis económicas como la que Bolivia está tan solo empezando a atravesar y el informe Milenio describe. Cosa alarmante, hacia el final de su aplaudida charla, García Linera dijo: “A la opresión tienes que sumarle la esperanza. Cuando solamente tienes pura opresión y miseria, siempre hay un escalón más bajo de la miseria. Y la gente aguanta. No saben la capacidad de resistencia que tiene la gente.”

Una pregunta clave, entonces, es cómo se encuentra en verdad esa gente de la que habla García Linera. Y resulta que esta pregunta es una “paradoja”, según el informe Milenio. Aunque la tasa de desempleo en Bolivia ha caído consistentemente después de la pandemia (del 10.8% en 2020 al 3.9% en 2023), el informe advierte que esto no necesariamente significa más ganancias. Como este explica, el deterioro sostenido de los mercados laborales bolivianos significa que un aumento en el cuentapropismo es en realidad un síntoma de que cada día hay menos empleos formales y menos empleos bien remunerados disponibles.

De ahí el hecho de que el 70% (y según la OIT, para 2025 incluso el 82%) de los hogares bolivianos esté subsistiendo en el “sector privado”, guardando tantos dólares como puede bajo el colchón, y lejos de las manos de García Linera. Pero el “efecto perverso” de este tipo de soluciones, dice el informe, es que llevan a la incorporación de más y cada vez más jóvenes miembros de la familia a la fuerza laboral, posiblemente “sacrificando ingresos futuros y oportunidades para salir de la pobreza” de forma definitiva. En esto también, paradójicamente, no queda otro remedio que darle razón a García Linera: “la gente aguanta.” Mientras esto sea así, él y sus acólitos van a seguir ganando por walk-over. ¶

(*) Joaquín Tapia Guerra es crítico literario y cineasta.

Agradecimientos al economista boliviano Mario Napoleón Pacheco por revisar este artículo y verificar que no tenga errores. Fue sugerencia suya añadir el porcentaje actualizado de la OIT.

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