Hace 32 años nació el «movimiento universitario alteño»

Por Johnny Fernández Rojas (*)

En 1989, los responsables de Universidad Técnica Laboral de El Alto (UTLA), hoy UPEA, encabezaron una de las manifestaciones cívicas de la Ciudad de El Alto, cuando aún se debatía modalidades y expectativas de funcionamiento.  Foto: Johnny Fernández Rojas
En 1989, los responsables de Universidad Técnica Laboral de El Alto (UTLA), hoy UPEA, encabezaron una de las manifestaciones cívicas de la Ciudad de El Alto, cuando aún se debatía modalidades y expectativas de funcionamiento. Foto: Johnny Fernández Rojas

El 17 de febrero de 1989 la población alteña, dirigidos por la Federación de Juntas Vecinales (FEJUVE), inició contundentemente las acciones para contar con una universidad en la ciudad de El Alto.

De las emblemáticas jornadas de febrero y marzo de ese año, y de los hechos posteriores, sus protagonistas, que aún se encuentran con vida, deben estar satisfechos de haber conseguido una de las demandas impostergables que sentenciaba su materialización: una casa de estudios superiores para la ciudad de El Alto.

Las medidas asumidas en los 18 días de intensa, masiva y agitada movilización popular, después de esa acción reivindicativa, que se tradujeron en detenciones policiales, enfrentamientos, gasificaciones y heridos, como consecuencias de las marchas, manifestaciones, protestas, plantones y huelgas de hambre, tuvieron sus particulares motivaciones: convicciones irrenunciables, sumadas a las indelebles decisiones vecinales, que desembocaron en una patente realidad, del que actualmente, los alteños deben enorgullecerse.

Dos “tomas” sociales, a dos inmuebles del Estado, caracterizaron también a dos momentos, definitivamente históricos para el funcionamiento de la Universidad.

El primero, ocurrido hace 32 años, exactamente, el 17 de febrero de 1989, los miembros del Comité Ejecutivo de la FEJUVE y otros dirigentes vecinales de ese entonces, con el apoyo de representantes de la Facultad Técnica de la Universidad Mayor de San Andrés, irrumpieron en las instalaciones del Instituto Formación de Mano de Obra (FOMO), actual Fundación del Instituto de Formación y Capacitación Laboral (INFOCAL), para proceder a la “toma” de ese inmueble, con el firme propósito de instalar ahí, la Universidad de El Alto.

Previa a esa “arremetida” vecinal, en un par de ocasiones, en las asambleas generales de la FEJUVE, algunos ex trabajadores fabriles denunciaron acerca del saqueo de maquinarias y herramientas, que se producía constantemente a ese predio, por el abandono y el desamparo, expuesto por las autoridades del Ministerio de Trabajo.

“Instalados” en los patios de la “ex FOMO”, los dirigentes y facultativos de la UMSA, arriaron una serie de justificaciones de los hechos que protagonizaban. Y como es ya una práctica, a los pocos minutos llegaron los efectivos policiales para el desalojo correspondiente.

Una vez “expulsados” se apresuró una marcha popular de repudio a la presencia y acción policial, sin embargo, se impuso el enarbolamiento de la propuesta universitaria.

Se disuadió la marcha con la instalación de una huelga de hambre, encabezados por el presidente y dirigentes de FEJUVE, una concejal, el Decano de Facultad Técnica y dirigentes universitarios de la UMSA, además de vecinos de base.

Para la consumación de este propósito alteño, que empezaba a capitalizar la agenda de la población, varios fueron los principios constitutivos, planteados no sólo por los vecinos, sino por los académicos alteños de ese entonces.

Ambas corrientes coincidían que la casa de estudios superiores alteña debía ser una “universidad para el pueblo”, frase aunque muy devaluada, pero en esa ocasión, debía asumir irrevocabilidad, es decir, una universidad para los reales intereses de la Ciudad de El Alto y sus profesionales egresados, alineados ortodoxamente a la vorágine desarrollista, que empezaba a diseñar la urbe alteña.

Proceso que exigió inicialmente un nombre: Universidad Técnica y Laboral de El Alto (UTLA) y cuyos sustentos teóricos iniciales e innovadores, sostenían que para participar de la misma, un alteño-universitario, no necesariamente debía exigírsele la conclusión de la educación secundaria, es decir, el bachillerato. Planteamiento que hasta los pensadores, auto proclamados “revolucionarios universitarios”, no alcanzaban a concebir, tamaña propuesta.

Se ilustraba ese planteamiento, de la siguiente forma: un “zapatero” que se instala en las innumerables ferias y/o esquinas de la ciudad alteña, cuenta con todas las condiciones técnicas, la experticia y la habilidad para reparar un calzado, inclusive, detenta destreza para fabricar uno.

Consecuentemente, ese artesano “es un profesional”, sólo le falta la teoría, labor asignada a un centro de educación, en este caso, la misión la asumiría la universidad alteña.

En cuanto a su sostenibilidad económica, esta debía proceder por lo menos en un tiempo considerable, con el sustento comunitario, es decir, con aportes de los propios alteños, debían aportar a través del consumo mensual del servicio de agua y energía eléctrica, al que se sumaría una regular contribución municipal.

Antes de formalizar, consensuar y reglamentar estas propuestas, urgían acciones.

En menos de un mes de concluido el provisional acuerdo interinstitucional suscrito entre: la Iglesia, Ministerio de Trabajo, la FEJUVE, CONALJUVE y otras representaciones, por el que se levantaron las acciones coercitivas, se inscribieron en un par de días, cerca de un millar y medio de postulantes universitarios e iniciaron las actividades académicas en varios espacios físicos prestados, como la Biblioteca Vecinal de FEJUVE, aulas del desaparecido colegio Particular “Jaime Escalante”, del Colegio “Miguel Grau” y otros.

Con el amparo todavía de la Facultad Técnica de la UMSA, se inició las carreras de Instalaciones Eléctricas Domiciliarias” y “Electricidad del Automóvil”.

A la conclusión de ese proceso, accedieron al título de “Obrero Experto” y se promocionaron a dos grupos en los dos años posteriores de esa épica acción.

La intromisión de los partidos políticos en el quehacer municipal y en la administración del ente vecinal, declinaron determinantemente ese fecundo ímpetu, y por casi una década, experimentó una virtual inercia académica, aunque las obras de infraestructura siguieron un curso lento.

El segundo momento histórico, el 1ro. de mayo de 2000 se reunieron miembros de la Asamblea de la Alteñidad (FEJUVE, COR, gremiales, artesanos, periodistas, padres de familia y otras organizaciones), junto a autoridades locales, bachilleres y población en general.

Por decisión de la Asamblea General, irrumpieron los predios de la Facultad Técnica de la UMSA de Villa Esperanza con la “toma” masiva de los mismos, para el funcionamiento de la Universidad de la Ciudad de El Alto. Este predio inicialmente fue concebido para este fin.

Concretamente, son estos dos momentos históricos que marcaron los hitos más importantes para establecer una casa de estudios superiores en la ciudad de El Alto.

Circunstancias que no obedecieron a la simple casualidad, sino que fueron el resultado de los innumerables actos que los precedieron, y que por justicia social e histórica, ameritan un homenaje.

En 1989, los responsables de Universidad Técnica Laboral de El Alto (UTLA), hoy UPEA, encabezaron una de las manifestaciones cívicas de la ciudad de El Alto, cuando aún se debatía modalidades y expectativas de funcionamiento.

(*) Johnny Fernández Rojas es periodista e historiador alteño [email protected]

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