Pocos días duraron la escases de barbijos cuando llegó la pandemia al país, días podría decirse, ya que la ingeniosidad de muchos ciudadanos alteños hizo que en los centros de abasto no falte más el elemento de bioseguridad.
Se empezó con tela “galleta”, donde los comerciantes incluso ofrecían el producto por metro cuadrado, pero con el pasar de los días fueron variando las telas, los diseños e incluso la forma.
Han pasado cinco meses desde la presencia del virus letal y a hora muchos carritos que ofrecían diversidad de productos, han cambiado a elementos de bioseguridad, desde alcohol, alcohol en gel, barbijos, elementos de limpieza, desinfectantes, todo de bolsillo y al alcance de la ciudadanía.
Si bien, ha aumentado la competencia entre los comercializadores, es una buena forma de subsistir a la presencia de la pandemia, ya que varios de ellos se quedaron sin ingresos fijos, debido a los despidos, disminución de salarios, o afectación en sus negocios o por alguna otra circunstancia.
Al principio era un negocio de “no perder”, pues pocos se las habían ingeniado para costurar con sus propias manos los elementos de bioseguridad, llevando comercializar el producto desde los 2 bolivianos hasta los 15, sin embargo, debido a que muchos tomaron el ejemplo de los emprendedores, se incrementó la competencia, pero esto no ha sido causar para que los alteños continúen con sus ideas innovadoras.
Incluso la iniciativa de algunos ha llegado al extremo de improvisar motocicletas que recorren calles y avenidas de la urbe alteña ofreciendo el servicio de fumigación, en caso de no tener ninguno de los medios de transporte, recorren los mercados o lugares concurridos, con el bidón con el líquido en la espalda.
Sobre las tiendas de barrio, farmacias, carnicerías y otro tipo de actividad comercial, el nailon o plástico ha sido utilizado como un objeto elemental para protegerse del virus.
Las caseras también han improvisado los baldes en calidad de piletas para garantizar el servicio de limpieza contaste de las manos, incluso algunas cargan con el agua desde sus hogares para continuar su actividad comercial sin ser observados por funcionarios municipales y la propia ciudadanía de a pie.
En cinco meses de pandemia, muchos se lamentan y reniegan contra el virus, pero son más aquellos que intentan salir adelante con buena actitud, ofreciendo algún servicio o vendiendo algo, siempre con los elementos de bioseguridad.