Por Johnny Fernández Rojas (*)
En la noche lluviosa del 13 de marzo de 1781, en el actual territorio alteño, Julián Apaza Nina y Bartolina Sisa Vargas, encabezaron el más importante, prolongado y masivo alzamiento indígena de la historia pre republicana.
Levantamiento convertido en un asedio a La Paz, que duró 213 días (hasta el 17 de octubre, con un breve intervalo), se constituyó en el principio del fin del régimen colonial, que por cerca de tres siglos, soportaron los indígenas, negros y mestizos, en un régimen que se tradujo simplemente en el “derecho de abuso señorial” (1)
Después del levantamiento de los hermanos Katari en Chayanta y Tupac Amaru en Tinta (Cusco), los indígenas de esta parte altiplanica, precedidas por una apropiada planificación decidieron cercar a La Paz, como una medida de rechazo a la autoridad colonial y expulsión de estas tierras a los invasores.
Los estudiosos indígenas afirmaron que “El Cerco” en su momento culminante, reunió a 80 mil alzados entre hombres, mujeres y niños, mientras que otros, sostienen que fueron más de 40 mil. De todas maneras, si se toma esta última cifra, y con fines ilustrativos, se la puede comparar con la actual población, que cuenta Ciudad Satélite y de sus alrededores.
Los planteamientos principales del levantamiento indio, calificado también de una hazaña épica, se tradujeron en: la erradicación de la mita, la anulación de los tributos, el retiro de las autoridades españolas de toda la región, la restitución del sistema político de antes de la llegada de los españoles, entre otros.
Aún se desconoce el lugar preciso donde fue instalado el cuartel general de Julián Apaza (Tupac Katari) y Bartolina Sisa y de los que les secundaron, aunque una hipótesis sostiene que fue en la actual Alto Lima, mientras no se tenga evidencia de ello, debe quedar como tal.
El desarrollo de “El Cerco”, obliga a remitirse al contexto de la actividad de la misma. La anterior cita admitió una apreciación mínima de 40 mil personas que participaron de este asedio, para cuyo coyuntural “hábitat”, necesariamente adoptaron un sistema de acopio, concentración, preparación y distribución de alimentos; con seguridad se destinaron espacios para el entrenamiento militar; construcción de vías de conexión entre los diferentes campamentos militares establecidos; obviamente, se improvisaron sistemas sanitarios; como también se emplazaron campos de recreación para los niños; edificación de una capilla, del cual sí se tiene indicio; habilitación de espacios de tratamiento médico, por la remisión de heridos, atención de nacimientos y hasta de matrimonios, como el que ocurrió entre Gregoria Apaza y Andrés Tupac Amaru (2) y un sin número de actividades, que configuraron una verdadera ciudadela o un enorme campamento. Todo ello, en lo que dos siglos después, se asentaría la Ciudad de El Alto. (3)
Una historiadora que estudió con mayor detenimiento este proceso, sostuvo que en los días precedentes al 13, sucedieron hechos que motivaron su afrenta.
El 3 de marzo de ese año, la población de Viacha se puso en alerta, ante la presencia de indios en sus inmediaciones, dos días después Manuel Franco, militar español, fue enviado a verificar la magnitud de ese acoso. El 6, éste cometió una masacre en Viacha ejecutando a hombres mujeres y niños ‘que se encontraban en la calle’, una mediación evitó que las ejecuciones superaran las 200 víctimas. (4)
El 13 de marzo de 1781, otro convoy del ejército español, dirigido personalmente por el comandante de La Paz, Sebastián de Segurola y Machain, se dirigió a Laja donde también se advertía agitación indígena, quienes recibirían similar escarmiento al de Viacha. Mientras ello ocurría en horas de la noche de esa jornada, miles de indios ya se habían apostado en varios lugares del actual territorio alteño (5)
“Peleaban con una desesperación imponderable -se notaba- en los enemigos un espíritu de pertinacia tan horrible que desde luego pudiera servir de ejemplo a la nación más valiente, porque no obstante estar atravesados de balazos, los unos sentados y los otros tendidos, aun se defendían y nos ofendían tirándonos muchas piedras”. (6)
Esa entereza, garra y temple de los alzados, que describió Segurola en su Diario, 240 años después, los actuales alteños parecen haber heredado esa actitud, cuando se trata de defender los intereses suyos y de la nación misma .Los ejemplos sobran.
Referencias
1.– Antonio Gallardo. Alipio Valencia Vega. Colección Tradición Historia. Empresa Editora “Urquizo”. Ltda. La Paz. 1977
2.- GermánChoquehuanca. Entrevista realizada en marzo de 1997
3.- Historia en imágenes: Ciudad de El Alto, Johnny Fernández Rojas. Ediciones Quishuara La Paz. 2002
4.- Testimonios del Cerco de La Paz, El campo contra la ciudad 1781. María Eugenia Del Valle Siles. Biblioteca Popular de “Ultima Hora” La Paz 1980
5.- Ibid
(*) Johnny Fernández Rojas es periodista e historiador alteño elalteniano@gmail.com